Ejemplos de uso de ¡Ay Dios!
1. Suenan los primeros silbidos y -¡ay Dios mío!- abucheos.
2. "Pero mi hija, ¿qué dices?... ¡Ay Dios!, si es verdad. ¡Sólo nos faltaba esto!", contestó la señora.
3. Ayer, cuando me daba un baño y el agua acariciaba mi cuerpo, anhelé las caricias de otras manos… No sé lo que esto significa, ya que jamás había experimentado nada similar hasta ahora (…) Creo que a Janek le gusto mucho, pero, para mí, ni frío ni calor”. La pueril confesión contrasta con las reflexiones de una niña que se reconoce excéntrica, que sale a la calle con pantalones, que pide “libros buenos, filosóficos”, pero que constata: “Dios mío, ¡ay, Dios mío!, ¿qué será de nosotros?